RESITUÁNDONOS

 

 Hola familia.

¿Cómo llevamos el 50 aniversario? ¿No creeréis que se ha suspendido? Y tampoco aplazado. Se han postpuesto y casi seguro que evaporado algunas actividades. Pero el cumpleaños sigue en pie. Sólo hay que resituarse y ver cómo quiere el Señor que sigamos celebrándolo desde la nueva realidad que tenemos delante.

Recuerdo los objetivos: celebrar, unirnos más, revitalizar la parroquia y ser más testigos. Las actividades de “los tiempos de paz” son bonitas y cómodas. Ahora tenemos que resituarnos y, en “tiempo de guerra” buscar las “celebraciones y acciones de combate”. Si nos paramos a pensar, vemos que podemos desarrollar los objetivos casi de una manera más sencilla que antes: en estos días de pánico y desolación, tenemos una oportunidad única para dar a nuestros vecinos y a nuestra gente la esperanza que no defrauda de la que nos hablaba el domingo San Pablo; y ser testigos de la fidelidad de Dios que está a nuestro lado siempre y hace que nuestro corazón, consciente de lo que pasa, no tiemble.

Es también momento excepcional para echar de menos la normalidad de la vida y todo lo que tenemos; y de echarnos de menos los unos a los otros. Es, por tanto, momento sin igual para revolucionar los motores y revitalizarnos como comunidad y como bautizados, ardiendo de ganas de transmitir a todos, razones para la esperanza y ofrecerles el Amor de Dios, que nos mantiene en pie en todo momento. No podemos perder el tiempo con tontadas de burgueses y niños de papá. Blanditas o duras son las almas que forma nuestra sociedad; sin esperanza o deshumanizadas. Dios nos hace de carne y fuertes, no duros… y con futuro que sabe a vida eterna. Descubrimos así la importancia de trabajar la fortaleza de espíritu que aporta la comunión fraterna en la que vivimos la fe. Y será apoteósico cuando podamos volver a vernos todos juntos en el templo. No va a hacer falta preparación ni fecha de aniversario. Ese día será la explosión de júbilo de un tiempo largo, de una cuaresma especial que ha convertido nuestros corazones y nos ha hecho renacer como hombres nuevos. Y la onda expansiva de esta celebración llegará no sólo 50 años más, sino que puede suponer un cambio que dure toda la vida. El Dios de la historia, nos acompaña en esta historia concreta y nos llena de luz y de vida. ¡Fructífero encierro! Tiempo de Dios, Nazareth en estos días del siglo XXI, que, madurados, nos lleva a salir con toda la fuerza, recordando las aguas del Jordán, a ser testigos explícitos y renovados de la Buena Noticia.

 

Ángel