ESCARMENTAR CUANTO ANTES

 

Esto del coronavirus está siendo un gran golpe,y está dando en el centro neurálgico de nuestra sociedad; pero no somos conscientes de que cuestiona de modo radical los cimientos de nuestra civilización. Está poniendo a la luz que esos cimientos son de barro, pero eso todavía no somos capaces de verlo, no lo queremos ver o no nos dejan verlo... Estamos como conejos en las madrigueras agazapados para evitar la garra del león, pero todavía el espíritu general contempla los toros como si estuviera en la barrera en lugar de en la arena. Seguimos con el corazón lleno de hipocresía porque, en la superficie aparenta un gran “civismo” y en el fondo, esconde la basura de una sociedad individualista y deshumanizada. Veo, sin ir muy lejos, en el acontecer cotidiano, que sigue faltando misericordia, que se sigue echando leña al fuego, que los correveidile siguen buscando carnaza y se siguen dando juego unos a otros en el embarrar el ambiente, que puede más el morbo de a quién le ha pillado el virus o a quién han hospitalizado, que el dolor y el respeto sagrado por esa familia y esa persona. Sigue habiendo una agresividad tremenda que además se desboca con las masas. Se sigue humillando… Y no es que sea catastrofista. De cada cosa que escribo puedo narrar una anécdota actual.

Este tiempo es tiempo de nacer de nuevo. Y es bueno que no esperemos a tocar fondo. Estos días de cuarentena pueden ser días que pasemos anestesiados con la morfina de lo que nos dan para entretenernos; días de vaguería; días para adelantar trabajos; días de hacernos expertos en juegos de mesa; o días para saturar de mensajes circulares los teléfonos de los demás…

Yo propongo que, además de tantas cosas, sean días de pensar. Porque corremos también el peligro de que sean días de consumir de todo para matar el aburrimiento; consumir hasta lecturas de textos bonitos, ñoños o llenos de contenido… hasta de la Biblia; pero que se leen o se pasa de uno a otro sin dejar que calen y transformen nuestro interior.

Hay que pararse y revisar de verdad, cada uno su vida, con sinceridad y sin miedo. Si además se puede, contrastando con los que me quieren. Hay que ver por dónde abrir horizontes. Hay que ver cómo acabar con los virus espirituales que nos hacen vivir en una incoherencia existencial. Sociedad agresiva, individualista, de formas sagradas y fondo endiablado… Lo más probable, sociedad y personas que no han descubierto la grandeza radical del amor.

Vamos a pararnos y a pensar. Vamos a limpiar con valentía las manchas de nuestro interior. Y vamos a ir a la par en la guerra contra el coronavirus que tenemos ahora y el que ya traíamos que, sin darnos cuenta, había destrozado nuestro espíritu. Hasta que no aprendamos, no vamos a salir de esta, porque seguiremos contagiando el virus que provoca “fibrosis espiritual” y “des-alma” al ser humano. Lavarse mucho las manos. Yo digo además, lavarse mucho el espíritu… Reconocer, pedir perdón, perdonar, confesarse, dejarse lavar por Dios… No esperemos a tocar fondo para escarmentar. Párate, piensa en todo esto y haz que piensen y se cuestionen los que están a tu lado; que sea tema de conversación y podamos animarnos unos a otros en esta tarea. Que Dios nos bendiga y nos guíe. Así podremos poner cimientos potentes en la nueva sociedad que nazca después de esto.

Ángel