MAYORES, SOIS UNOS GRANDES

 

Vemos que el virus que se ha apoderado del ritmo de nuestra vida, se está llevando por delante a mucha gente, y sobre todo a los mayores, que, además, por ser mayores, en este estado de “guerra” que vivimos, pasan a un segundo plano en la atención de sus enfermedades. Hay que reconocer que, en este momento, no es deshumanización del sistema, sino que es cuestión del desbordamiento sanitario que tenemos y de las duras condiciones que esta pandemia, nos está haciendo vivir. Pero el pato de dicho atasco, lo están pagando, en gran parte, ellos.

No quiero con este escrito canonizar a todos los mayores, que todos sabemos que cada uno tiene su historia, su genio, sus bondades y su pecado. Lo que quiero, en primer lugar es, pedirles perdón por estas circunstancias; no sé en nombre de quién, pero pedirles perdón, por tener que pagar, sólo por ser mayores, un precio vital tan alto en esta plaga. Y, en segundo lugar, lo que quiero reconocer sobre todo, es el trabajo de todos nuestros mayores y darles las gracias por su esfuerzo y aportación, independientemente de su virtud o su pecado. Ellos son los que han dado todo, por nosotros. Muchos pasaron necesidad en la postguerra y supieron sobrevivir. Muchos no pudieron estudiar, pero han sabido adquirir la sabiduría que la vida les ha ido aportando. Tuvieron que pasar del campo a la ciudad y enfrentarse a una transformación social y laboral impresionante. También tuvieron que marcharse fuera. Ellos levantaron España con su trabajo. Fue su esfuerzo y su aportación a las arcas del estado lo que hizo posible el modelo de Seguridad Social que hoy disfrutamos. Son gente que, hasta jubilados, hipotecan sus vidas para seguir trabajando en el cuidado de sus hijos y nietos. Cuántas pensiones salvaron a tantos hijos de la gran crisis de la burbuja inmobiliaria… y cuántas casas de jubilados vuelven a ser el refugio de los hijos en los desastres de las separaciones…

Y es una pena, que les exigimos como adolescentes, y no les reconocemos, en profundidad ni a la hora de la verdad, la grandeza de su esfuerzo. En el tiempo de bonanza, salvo honrosas excepciones, nuestros mayores habían perdido el puesto de honor que los años les concedían. Hacemos objetos de usar y tirar. Se quiere lo nuevo. Lo viejo se tira. Y ese concepto ha pasado a las personas. El abuelo, en lugar de ser fuente de sabiduría, se ha convertido, en nuestra sociedad utilitarista, en instrumento para lo que necesito hasta que ya no me sirve y, después, con delicadeza o sin ella, lo aparco con “el más tonto” de mis hermanos o en la residencia o los “sedo”...

Es momento de ponerles en su sitio y darles las gracias por su esfuerzo y su entrega. Estamos llamados a reconocer todo lo que hacen y han hecho por nosotros. Y sobre todo, es momento para que sientan que estamos con ellos y experimenten el consuelo de nuestro cariño.

El coronavirus puede hacernos salir de nuestra comodidad y  nuestro egoísmo, a unos y a otros; desde la experiencia de la distancia, podemos sentir el acercamiento a nuestros mayores; hacernos cargo de su situación actual, de su miedo, de su soledad… Y que no sólo sea un dolor ñoño y superficial el que sentimos por ellos, sino que realmente nos pone en movimiento para ocuparnos del abuelo y dignificar su ancianidad. Cuando salgamos de este atolladero, ¿habrá cambiado nuestro corazón? Ojalá, pasado este drama, el abuelo se convierta en una ocasión para sacar lo mejor de nosotros; para agradecer y ejercer la ternura con nuestros cuidados; para contar con ellos en el ritmo de nuestra vida…

Invito a contemplar a la gente que cuida a sus mayores, que los tienen integrados en su vida cotidiana; que cuentan con ellos y se ríen con ellos; que les hacen sentirse vivos y llenan de sentido su vida gastada por el paso de los años. Invito también, a tener un rato para rezar y repasar la historia con nuestros mayores y nuestro trato actual con ellos. Es momento para perdonar y pedir perdón; es tiempo para agradecer; es momento de compromiso y de cambio; es tiempo de reconocer y homenajear. Es tiempo de oración, de unión y de proyectar una tierra nueva, con ellos.

Ángel