LA PALABRA DEL DOMINGO DE RAMOS 5 de ABRIL de 2020

 

Is50, 4-7: No me tapé el rostro ante los ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado.

Salmo21, 18-9.17-18a.19-20.23-24:Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Flp2, 6-11: El Espíritu del que resucitó a Jesús de entre os muertos habita en vosotros.

Mt26, 14-27,66: Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.

 

La liturgia de este domingo, nos invita a contemplar la Pasión según san Mateo. Una de las cosas que llaman la atención en una primera lectura, es el silencio de Jesús desde el juicio hasta su muerte. En los relatos de otros evangelistas, Jesús habla a las mujeres, al ladrón arrepentido, a su Madre, al Padre… Aquí sólo dice en la Cruz, “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?”

En el mundo de hoy, parece que no se oye a Dios. Por un lado hay quien se empeña en enmudecerle y hacerle desaparecer; por otro lado, hay quien tiene también esa experiencia del Evangelio: Dios callado, que no responde y que parece que nos ha abandonado…

Es verdad que en el relato de la Pasión de Mateo, Jesús verbaliza poco; pero no está mudo: la gran Palabra que nos habla es la acción misma del Hijo de Dios que da la vida por todos nosotros. Hoy, la forma de hablar y hacerse presente el Señor es la misma: dar la vida y acompañarnos en todo momento. Por eso es importante estar muy atentos y, como en el profeta Isaías, pedir al Señor que nos espabile el oído y la vista para poder descubrirle en la noche que estamos viviendo.

Desde ese “espabilar”, contemplamos a Jesús, y lo primero que vemos es que Él, siendo de condición divina, se despoja de su rango y pasa por uno de tantos. La segunda lectura nos recuerda la humildad de Dios: nace pequeño y pobre, y muere en una cruz…¡Qué llamada tan grande a la humildad! La crisis del coronavirus ha sido un azote para nuestra soberbia… y hay quien se empeña en mantenerse en ella. Eso nos enfrenta y nos divide; sigue haciendo un mundo clasista y hecho al antojo del “soberbio” de turno: se agravan situaciones dolorosísimas con negativas inhumanas para unos que, a otros, por ser amigos de fulano, o conocidos de mengano se les permite. El “hombre dios”, habla mucho de justicia e igualdad, pero a la hora de actuar, pisa a unos y reparte con “los suyos”. Qué diferencia con Dios Hombre, que desprecia todo privilegio y no se le llena la boca de palabras vacías: su acción llena todo. Obras son amores, y Dios ama de verdad…

Propongo la humildad de Jesús como  óptica para leer la Pasión en el Evangelio de Mateo y, actualizarla en la Pasión de nuestros días.

Y puestas las gafas y el corazón de la humildad, es precioso ver cómo Jesús reconoce que está muerto de tristeza y angustia y pide a los discípulos que le acompañen. Qué grande sería vivir nuestra humilde realidad y decir a los hermanos que necesitamos su ayuda, que recen por nosotros y nos acompañen, que estamos con miedo, o que nos mata la pena. Y qué grande también, ser generoso, y acompañar al que pasa angustia.

Desde la humildad, vamos a poder ir identificándonos con los distintos personajes de la Pasión. Lo haremos con honestidad y sin miedo; dejando que el Señor nos hable y nos acerque a Él. Miraré a los discípulos y me preguntaré si ando dormido en mi comodidad y mis cosas, sin ser consciente de la llamada que hace mi hermano para que esté con él; veré si como Judas traiciono a Jesús o como Pedro le niego. Me pondré, con la luz de la Palabra ante mi verdad y daré respuesta. Porque es posible que, como decía, hagamos lo contrario a Jesús, hablar mucho y llenar nuestra boca de buenas palabras y luego no hacer nada, o hacer lo contrario de lo que decimos… y no a gran escala, sino con los egoísmos, las habladurías, las malas formas, el orgullo… que está tan al alcance de nuestra mano.

Podemos seguir viendo personajes: el Sanedrín… Pilato y su lavarse las manos… el pueblo… los soldados… Dedicad tiempo. Haced una lectura contemplativa…

Y sobre todo, mirad a Jesús. Y desde esa misma humildad, descubrid en su grito, el grito de cada uno de nosotros. Donde Jesús hace vida el “si no puede pasar este cáliz, hágase tu voluntad” Y hace la voluntad de Dios de llegar hasta el final por amor, sin huir, dándolo todo. Y nos daremos cuenta de que no sólo no nos abandona, sino que está en nuestra misma cruz sufriendo con nosotros y diciendo siempre, con su ejemplo en el Calvario que confiemos en el Padre, que la esperanza no defrauda, qué Él nos levanta y viene a socorrer a sus hijos ante su grito de auxilio…

Dediquemos tiempo a la contemplación, no nos dejemos enredar por perezas o procrastinando… Hoy, y toda esta Semana Santa, contemplemos, contemplemos…

 

Ángel