Jueves 28 de Abril de 2016

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Lecturas

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (15,7-21):

En aquellos días, después de una fuerte discusión, se levantó Pedro y dijo a los apóstoles y a los presbíteros: «Hermanos, desde los primeros días, como sabéis, Dios me escogió entre vosotros para que los gentiles oyeran de mi boca el mensaje del Evangelio, y creyeran. Y Dios, que penetra los corazones, mostró su aprobación dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros. No hizo distinción entre ellos y nosotros, pues ha purificado sus corazones con la fe. ¿Por qué provocáis a Dios ahora , imponiendo a esos discípulos una carga que ni nosotros ni nuestros padres hemos podido soportar? No; creemos que lo mismo ellos que nosotros nos salvamos por la gracia del Señor Jesús.»

Toda la asamblea hizo silencio para escuchar a Bernabé y Pablo, que les contaron los signos y prodigios que Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles. 

Cuando terminaron, Santiago resumió la discusión, diciendo: «Escuchadme, hermanos: Simón ha contado la primera intervención de Dios para escogerse un pueblo entre los gentiles. Esto responde a lo que dijeron los profetas: "Después volveré para levantar de nuevo la choza caída de David; levantaré sus ruinas y la pondré en pie, para que los demás hombres busquen al Señor, y todos los gentiles llevarán mi nombre: lo dice el Señor, que lo anunció desde antiguo." Por eso, a mi parecer, no hay que molestar a los gentiles que se convierten a Dios; basta escribirles que no se contaminen con la idolatría ni con la fornicación y que no coman sangre ni animales estrangulados. Porque durante muchas generaciones, en la sinagoga de cada ciudad, han leído a Moisés todos los sábados y lo han explicado.»

 

Sal 95,1-2a.2b-3.10

R/. Contad las maravillas del Señor 

a todas las naciones

 

Cantad al Señor un cántico nuevo,

cantad al Señor, toda la tierra; 

cantad al Señor, bendecid su nombre. R/.

 

Proclamad día tras día su victoria.

Contad a los pueblos su gloria,

sus maravillas a todas las naciones. R/.

 

Decid a los pueblos: «El Señor es rey,

él afianzó el orbe, y no se moverá;

él gobierna a los pueblos rectamente.» R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (15,9-11):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.»

Comentario

Nuevamente el Evangelio nos muestra cuál es la voluntad de Dios sobre nosotros: que su alegría esté en nosotros para que nuestra alegría llegue a plenitud. Él quiere que nosotros estemos alegres. No quiere hacernos sufrir. No me cansaré de repetir que nuestro Dios no nos manda pruebas y no quiere jugar con nosotros. La vida no es una prueba que Dios manda, sino que, por su dureza, termina convirtiéndose en una prueba de nuestra confianza en ese Dios fiel al que acudimos para apoyarnos y no perder la esperanza ni la alegría que dan sentido a nuestra vida. Nuestro Dios es ese Dios Amor y Padre que está siempre a nuestro lado mostrándonos el camino de la vida y reconduciéndonos cada vez que, habiéndonos perdido por otros caminos, queremos volver a Él. Camina incluso en dirección contraria con nosotros para apoyarnos en todo momento y poder calmar y reorientar nuestro corazón cuando sufrimos las consecuencias de nuestras malas opciones. No es un Dios que echa nada en cara. Es un Dios que parte de la realidad en la que estamos para llevarnos a la paz y la luz de su Reino. Una paz que se disfruta en las luchas del camino y que nos llena de alegría. ¿Dónde estoy? ¿Qué camino llevo? ¿Tengo alegría y paz profunda en medio de la batalla del día a día? ¿Me siento lleno o vacío? El Señor no deja de ofrecernos su mano para fortalecernos y sacarnos de nuestras soledades. ¿Qué me impide coger esa mano? ¡Pidamos ayuda! Para eso estamos los hermanos.