Jueves 3 de Marzo de 2016

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Lecturas

 

Lectura del libro de Jeremías (7,23-28):

Así dice el Señor: «Ésta fue la orden que di a vuestros padres: "Escuchad mi voz. Yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo; caminad por el camino que os mando, para que os vaya bien." Pero no escucharon ni prestaron oído, caminaban según sus ideas, según la maldad de su corazón obstinado, me daban la espalda y no la frente. Desde que salieron vuestros padres de Egipto hasta hoy les envié a mis siervos, los profetas, un día y otro día; pero no me escucharon ni prestaron oído: endurecieron la cerviz, fueron peores que sus padres. Ya puedes repetirles este discurso, que no te escucharán; ya puedes gritarles, que no te responderán. Les dirás. "Aquí está la gente que no escuchó la voz del Señor, su Dios, y no quiso escarmentar. La sinceridad se ha perdido, se la han arrancado de la boca."»

 

Sal 94,1-2.6-7.8-9

R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: 

«No endurezcáis vuestro corazón» 

 

Venid, aclamemos al Señor,

demos vítores a la Roca que nos salva;

entremos a su presencia dándole gracias,

aclamándolo con cantos. R/.

 

Entrad, postrémonos por tierra,

bendiciendo al Señor, creador nuestro.

Porque él es nuestro Dios,

y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. R/.

 

Ojalá escuchéis hoy su voz:

«No endurezcáis el corazón como en Meribá,

como el día de Masa en el desierto;

cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron,

aunque habían visto mis obras.» R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,14-23):

En aquel tiempo, Jesús estaba echando un demonio que era mudo y, apenas salió el demonio, habló el mudo. La multitud se quedó admirada, pero algunos de ellos dijeron: «Si echa los demonios es por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios.» Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo. 

Él, leyendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino en guerra civil va a la ruina y se derrumba casa tras casa. Si también Satanás está en guerra civil, ¿cómo mantendrá su reino? Vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú; y, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros. Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. Pero, si otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte el botín. El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama.»

 

Comentario

La experiencia de Jeremías es tremenda. Por más que dice al pueblo que escuche al Señor, que son el pueblo escogido, que caminen por el camino que Dios les dice para que les vaya bien… Israel va a su aire. Jeremías siente una gran impotencia y ve la conversión de su gente como misión imposible “ya puedes gritar y repetir este mensaje que no te escucharán ni te responderán”

También hoy se nos dice que escuchemos al Señor. Que si queremos que nos vaya bien, tengamos en cuenta lo que Dios nos dice. Y… tampoco es que hagamos mucho caso. Nuestra lógica suple a la de Dios hasta en los más “ortodoxos”. No es poco frecuente escuchar que tanto perdón y misericordia es poco eficaz. Que se necesita mano dura para ayudar a la voluntad del Señor. Cuando en estas circunstancias señalamos al crucificado, miramos para otro lado, porque lo que nos dicen los brazos extendidos de Cristo en la cruz nos parece poco eficaz… Y seguimos por un lado y por otro, escuchando otras voces que nos parecen más eficaces o más cómodas y apetecibles a primera vista (como aquel fruto del árbol del bien y del mal) y dejamos a Dios de lado. Y así nos luce el pelo, que me decían de pequeño.

Lo bueno de todo esto es que Jesús no se desespera y no se cansa de salir a nuestro encuentro y de hablarnos al corazón. Aprovecha  cualquier acontecimiento para decirnos que nos quiere y orientarnos hacia el camino de la vida. Nuevamente se nos invita a no endurecer la cerviz. A dejarnos hacer por Dios. A creernos que realmente el camino de la felicidad y la plenitud está en Él. ¿Que lo sé y no soy capaz de dar pasos? ¿Que tengo el norte pero voy al sur sin capacidad de dar la vuelta? Para eso está el compartir, el acompañamiento espiritual, la oración, el sacramento de la reconciliación… ¡Aprovechémoslo! También ayuda mucho descentrarse de uno mismo y empezar a dedicarse a los demás, preocuparse por ellos, ejercer la misericordia… eso nos hace avanzar, y, sin darnos cuenta, escuchar la voz del Señor y seguirle.

 

Oigamos la voz de Jesús y no nos cansemos de ser voz de Dios para los hermanos.