Martes 15 de Marzo de 2016

Lecturas

Lectura del libro de los Números (21,4-9):

En aquellos días, desde el monte Hor se encaminaron los hebreos hacia el mar Rojo, rodeando el territorio de Edom.

El pueblo se cansó de caminar y habló contra Dios y contra Moisés:

- «¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náusea ese pan sin sustancia».

El Señor envió contra el pueblo serpientes abrasadoras, que los mordían, y murieron muchos de Israel. Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo:

- «Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes».

Moisés rezó al Señor por el pueblo, y el Señor le respondió:

- «Haz una serpiente abrasadora y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla».

Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a alguien, este miraba a la serpiente de bronce y salvaba la vida.

 

Sal 101,2-3.16-18.19-21

R/. Señor, escucha mi oración, 

que mi grito llegue hasta ti

 

Señor, escucha mi oración, 

que mi grito llegue hasta ti; 

no me escondas tu rostro 

el día de la desgracia.

Inclina tu oído hacia mí;

cuando te invoco, escúchame en seguida. R.

 

Los gentiles temerán tu nombre, 

los reyes del mundo, tu gloria.

Cuando el Señor reconstruya Sión y aparezca en su gloria, 

y se vuelva a las súplicas de los indefensos, 

y no desprecie sus peticiones. R.

 

Quede esto escrito para la generación futura, 

y el pueblo que será creado alabará al Señor.

Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario, 

desde el cielo se ha fijado en la tierra, 

para escuchar los gemidos de los cautivos 

y librar a los condenados a muerte. R.

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (8,21-30):

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:

- «Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros».

Y los judíos comentaban:

- «¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: "Donde yo voy no podéis venir vosotros"?».

Y él les dijo:

- «Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis en vuestros pecados: pues, si no creéis que "Yo soy", moriréis en vuestros pecados».

Ellos le decían:

-«¿Quién eres tú?».

Jesús les contestó:

- «Lo que os estoy diciendo desde el principio. Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me ha enviado es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él».

Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre.

Y entonces dijo Jesús:

«Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que "Yo soy", y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada».

Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él.

 

Comentario

La vida se hace a veces muy dura. Se complican situaciones, nos sobrevienen cargas muy pesadas, problemas… Todo esto provoca que, como el pueblo de Israel, también nosotros nos sintamos extenuados. Nos muerde la soledad, el cansancio, el hartazgo, el miedo, la falta de horizontes… y nos envenenamos. Renegamos de Dios al que culpamos de nuestras desgracias y nos revolvemos contra Él cerrándonos a su Amor. No notamos nada. No existe… Todo esto complica las cosas porque nos cerramos al único que tiene Palabras de Vida Eterna. Nos cerramos al Amigo y al Dulce Huésped del alma que pacifica y fortalece nuestros corazones para que no desfallezcan.

Nuevamente las lecturas nos ofrecen la Verdad y la Vida para que esas situaciones tan obscuras y tan dolorosas que padecemos no nos engañen ni nos lleven a la muerte de la desesperación.

Si nos hemos dejado envenenar y hemos renegado; si estamos llenos de rencores y de vacías huidas hacia adelante sin ir a ningún lado; si, decepcionados, hemos entrado en el juego del mal haciendo daño porque sí, y yendo a lo nuestro “como todo el mundo”… pidamos perdón. Pidamos oración al hermano. Recemos por el hermano. Volvamos con humildad a Dios. Él es nuestra fuerza y nuestra paz. Él nos salva.

El Señor escucha nuestra oración y nuestro grito llega a Él. Lejos de escondernos su rostro, nos envía a su Hijo para que nos acompañe. Nos dice de tu a tu, de crucificado a crucificado que no tengamos miedo. En la entrega de la Cruz descubrimos lo más salvaje de las consecuencias del mal y lo más grande del Amor entregado que salva y sostiene.

 

Miremos al crucificado y dejémonos curar por Él. Su Amor es bálsamo, no opio. Su Amor cura y permite que continuemos nuestro camino sin venenos que valgan y experimentando la victoria de la Vida. No desechemos el único antídoto que puede destruir lo que envenena nuestras almas.