Martes 26 de Abril de 2016

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Lecturas

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (2,1-10):

Yo, hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado. Me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios. Hablamos, entre los perfectos, una sabiduría que no es de este mundo ni de los príncipes de este mundo, que quedan desvanecidos, sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido; pues, si la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. Sino, como está escrito: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman.» Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu. El Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios.

 

Sal 118,99-100.101-102.103-104

R/. Lámpara es tu palabra para mis pasos,

luz en mi sendero

 

Soy más docto que todos mis maestros,

porque medito tus preceptos.

Soy más sagaz que los ancianos,

porque cumplo tus leyes. R/.

 

Aparto mi pie de toda senda mala,

para guardar tu palabra;

no me aparto de tus mandamientos,

porque tú me has instruido. R/.

 

¡Qué dulce al paladar tu promesa:

más que miel en la boca!

Considero tus decretos,

y odio el camino de la mentira. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,13-16):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»

Comentario

La lógica y la sabiduría humana son importantes para el anuncio del Evangelio. Pero lo fundamental para dar a conocer a Cristo muerto y resucitado por nosotros, es la Sabiduría que da el Espíritu. La evangelización no puede quedarse en una cuestión dialéctica de pensamientos y razones, sino que ha de manifestar la fuerza del Espíritu Santo. No somos nosotros los que tenemos que convencer a los demás, sino que es el Espíritu Santo el que ha de transformar los corazones de la gente para que acoja la Buena Noticia de Jesús. Por esta razón, nuestro anuncio del Evangelio ha de brotar de una oración profunda y desideologizada que nos llene de Dios y podamos así regalar aquello de lo que estamos llenos. Alumbrado nuestro sendero por la Palabra de Dios, nos convertimos todos nosotros en luz que guía y orienta. Ya no nos anunciaremos a nosotros ni será nuestra sabiduría la que salga victoriosa. Es la gracia de Dios la que ilumina y llena de sal la realidad. Recemos y pidamos por aquellos a los que anunciamos la Buena Noticia. Confiemos en Dios. Y nosotros, a seguir sembrando. Él es el que nos convierte en verdadera luz y verdadera sal de la tierra posibilitando que nuestra acción gane hermanos para la Vida y la verdadera alegría.