Viernes 15 de Abril de 2016

Lecturas

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (9,1-20):

En aquellos días, Saulo seguía echando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor. Fue a ver al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse presos a Jerusalén a todos los que seguían el nuevo camino, hombres y mujeres. En el viaje, cerca ya de Damasco, de repente, una luz celeste lo envolvió con su resplandor. 

Cayó a tierra y oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?»

Preguntó él: «¿Quién eres, Señor?»

Respondió la voz: «Soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate, entra en la ciudad, y allí te dirán lo que tienes que hacer.»

Sus compañeros de viaje se quedaron mudos de estupor, porque oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía. Lo llevaron de la mano hasta Damasco. Allí estuvo tres días ciego, sin comer ni beber. Había en Damasco un discípulo, que se llamaba Ananías. 

El Señor lo llamó en una visión: «Ananías.»

Respondió él: «Aquí estoy, Señor.»

El Señor le dijo: «Ve a la calle Mayor, a casa de Judas, y pregunta por un tal Saulo de Tarso. Está orando, y ha visto a un cierto Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la vista.»

Ananías contestó: «Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén. Además, trae autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre.»

El Señor le dijo: «Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para dar a conocer mi nombre a pueblos y reyes, y a los israelitas. Yo le enseñaré lo que tiene que sufrir por mi nombre.»

Salió Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y te llenes de Espíritu Santo.»

Inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista. Se levantó, y lo bautizaron. Comió, y le volvieron las fuerzas. Se quedó unos días con los discípulos de Damasco, y luego se puso a predicar en las sinagogas, afirmando que Jesús es el Hijo de Dios.

 

Sal 116,1.2

R/. Ir al mundo entero y proclamad el Evangelio

 

Alabad al Señor, todas las naciones,

aclamadlo, todos los pueblos. R/.

 

Firme es su misericordia con nosotros,

su fidelidad dura por siempre. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (6,52-59):

En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»

Entonces Jesús les dijo: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.»

Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.

 

 

Comentario

 

La conversión de Pablo es un claro ejemplo de que el Señor actúa como quiere y cuando quiere. También es verdad que el corazón del hombre debe estar dispuesto a acoger la llamada del Señor. Este ejemplo nos invita a rezar por la conversión de todos, especialmente de los que persiguen con mayor virulencia el mensaje de Cristo. Dios puede tocar el corazón del que menos pensemos y ganarle para la causa de la Vida. A la Iglesia toca acoger y acompañar a estos conversos. Hemos de cuidar muy bien el catecumenado y la acogida de quien se acerca a nosotros porque ha tenido una fuerte experiencia del Señor. Hemos de ayudarle a profundizar en el rostro de Dios que ha descubierto. Es importante por ello que también pidamos para nosotros la conversión continua. Así seremos más fieles a lo que Él nos pide y podremos ser un buen modelo, repito, en conversión continua, para los que acudan. El objetivo de toda conversión es la evangelización. Pablo se puso a proclamar ya en Damasco que Jesús es el Hijo de Dios. Signo de que la conversión es real es el testimonio que damos. Ahí también se nos plantea a nosotros la conversión de forma especialmente urgente. Los cristianos del primer mundo estamos muy callados. Si bien es verdad que en obras de misericordia los cristianos respondemos y la tarea de la Iglesia es esencial en nuestra sociedad, en lo que es el anuncio explícito tenemos que mejorar. Con esto del respeto y de que cada uno piense lo que quiera, “mientras no haga daño a nadie…” estamos cayendo en un relativismo muy dañino y en un ocultar el vivificante y humanizador mensaje cristiano. Nos escudamos en falsos respetos. Anunciar no es imponer. Amar y señalar dónde están las fuentes del Amor y de la vida no es faltar al respeto. La fe no es para uno. La fe es para anunciarla, como ya hemos dicho. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis. Lo que llena de verdad y da sentido a la vida no se puede callar. ¡Tiempo le faltó a Pablo! ¿Y a nosotros?