Domingo 14 de Febrero de 2016

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Comentario

La verdadera conversión pasa por creer y hacer nuestro lo que dice Pablo a los Romanos: profesar que Jesús es el Señor y que Dios lo resucitó. Esto da consistencia a todo y nos permite luego ser mejores y sacar consecuencias prácticas. Pero tiene que estar la fuente de la que brota todo. Si no, todo será buenismo y voluntarismo. Que no estará mal, pero que se quedará pobre. Si creo en el Resucitado, actúo como resucitado. Si creo en el Señor de la Vida que entrega la Vida por todos, amo a los que Él ama y trato de vivir la misericordia.

Esto que en la teoría está tantas veces tan claro cuesta muchas veces llevarlo a la práctica. En ocasiones porque parecemos estar estancados y no avanzar a pesar de tener todo muy claro. Otras veces porque las tentaciones están ahí y el diablo no se cansa de insistir una y otra vez para tratar de atraparnos. Esa fue la experiencia del propio Jesús.

Como siempre, es importante ser conscientes de nuestra limitación y de los peligros que tenemos. Ir de "sobrados” o de “inconscientes” nos termina matando. Pero una vez tomada conciencia de esa limitación, hemos de seguir sin miedo el camino hacia la Pascua siempre apoyados en el Señor; en comunidad; esforzándonos por avanzar (cada uno sabremos en qué podemos dar pasos y qué tentaciones desechar); y sabiendo que el Señor nunca nos deja solos; nos acompaña siempre en el camino, especialmente en nuestra tribulación.

Lecturas 

Lectura del libro del Deuteronomio (26,4-10):

Dijo Moisés al pueblo: «El sacerdote tomará de tu mano la cesta con las primicias y la pondrá ante el altar del Señor, tu Dios. Entonces tú dirás ante el Señor, tu Dios: "Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto, y se estableció allí, con unas pocas personas. Pero luego creció, hasta convertirse en una raza grande, potente y numerosa. Los egipcios nos maltrataron y nos oprimieron, y nos impusieron una dura esclavitud. Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestra voz, miró nuestra opresión, nuestro trabajo y nuestra angustia. El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, en medio de gran terror, con signos y portentos. Nos introdujo en este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel. Por eso, ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me has dado." Lo pondrás ante el Señor, tu Dios, y te postrarás en presencia del Señor, tu Dios.»

 

Sal 90,1-2.10-11.12-13.14-15

R/. Está conmigo, Señor, en la tribulación

Tú que habitas al amparo del Altísimo, 

que vives a la sombra del Omnipotente, 

di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío, 

Dios mío, confío en ti.» R/. 

 

No se te acercará la desgracia, 

ni la plaga llegará hasta tu tienda, 

porque a sus ángeles ha dado órdenes 

para que te guarden en tus caminos. R/. 

 

Te llevarán en sus palmas, 

para que tu pie no tropiece en la piedra; 

caminarás sobre áspides y víboras, 

pisotearás leones y dragones. R/. 

 

«Se puso junto a mí: lo libraré; 

lo protegeré porque conoce mi nombre, 

me invocará y lo escucharé. 

Con él estaré en la tribulación, 

lo defenderé, lo glorificaré.» R/.

 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (10,8-13):

La Escritura dice: «La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón.» Se refiere a la palabra de la fe que os anunciamos. Porque, si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. Por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación. Dice la Escritura: «Nadie que cree en él quedará defraudado.» Porque no hay distinción entre judío y griego; ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan. Pues «todo el que invoca el nombre del Señor se salvará.»

Lectura del santo evangelio según san Lucas (4,1-13):

En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre. 

Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.» 

Jesús le contestó: «Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre".» 

Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mi, todo será tuyo.» 

Jesús le contestó: «Está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto".» 

Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti", y también: "Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras".»

Jesús le contestó: «Está mandado: "No tentarás al Señor, tu Dios".» 

Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.