Sábado 13 de Febrero de 2016

Lecturas

Lectura del libro de Isaías (58,9b-14):

Así dice el Señor Dios: «Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía. El Señor te dará reposo permanente, en el desierto saciará tu hambre, hará fuertes tus huesos, serás un huerto bien regado, un manantial de aguas cuya vena nunca engaña; reconstruirás viejas ruinas, levantarás sobre cimientos de antaño; te llamarán reparador de brechas, restaurador de casas en ruinas. Si detienes tus pies el sábado y no traficas en mi día santo, si llamas al sábado tu delicia y lo consagras a la gloria del Señor, si lo honras absteniéndote de viajes, de buscar tu interés, de tratar tus asuntos, entonces el Señor será tu delicia. Te asentaré sobre mis montañas, te alimentaré con la herencia de tu padre Jacob.» Ha hablado la boca del Señor.

 

Sal 85,1-2.3-4.5-6

R/. Enséñame, Señor, tu camino, 

para que siga tu verdad

 

Inclina tu oído, Señor, escúchame, 

que soy un pobre desamparado; 

protege mi vida, que soy un fiel tuyo; 

salva a tu siervo, que confía en ti. R/. 

 

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, 

que a ti te estoy llamando todo el día; 

alegra el alma de tu siervo, 

pues levanto mi alma hacia ti. R/. 

 

Porque tú, Señor, eres bueno y clemente, 

rico en misericordia con los que te invocan. 

Señor, escucha mi oración, 

atiende a la voz de mi súplica. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (5,27-32):

En aquel tiempo, Jesús vio a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.» 

Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. 

Los fariseos y los escribas dijeron a sus discípulos, criticándolo: «¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?» 

Jesús les replicó: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan.» 

Comentario

Erre que erre. La Palabra insiste en que hay que desterrar de nosotros todo aquello que nos hace maldecir, quejarnos, amenazar, ser prepotentes, estar enfrente de los demás. En el momento en el que empezamos a amar de verdad, sentimos la seguridad y los cuidados de Dios y comenzamos a dar fruto, a construir, a levantar, a restaurar corazones en ruinas. ¡Qué esperanza tan preciosa! ¿No os dan ganas de vivirlo? Pues venga. No creamos que es imposible. El Señor cuenta con nuestro pecado y nuestra debilidad. Por eso dice que ha venido a llamar a los que estamos enfermos y somos pecadores. El verdadero problema no es el pecado, sino no reconocerlo. Como nos creamos los mejores y por encima de los demás; o como nuestros miedos y complejos nos lleven a aparentar lo que no somos y no reconocer nuestros pecados… ¡Estamos perdidos!

Pero nosotros no queremos estar perdidos. Confiamos en el Amor de Dios que sale a nuestro encuentro y querernos convertirnos de verdad. Como el salmista, nosotros también acudimos con confianza al Señor, levantamos con humildad a Él nuestra alma y le pedimos “Enséñame Señor tu camino, para que siga tu verdad”.